Nos fuimos hasta el embalse de Proserpina, uno de esos rincones que nunca falla. La luz nos acompañó desde el primer disparo, y el sol, que parecía saber lo importante que era esta tarde, nos regaló un atardecer de película. Entre risas, confidencias y paseos junto al agua, fuimos capturando su complicidad sin prisas ni poses forzadas. Solo ellas, su historia, y una tarde perfecta que parecía escrita a medida.
























