María

María es una niña tímida, de esas que observan primero con cautela, que hablan bajito y sonríen con los ojos antes que con la boca.

Y fue justo ahí, en esa calma suya, donde empezó a surgir la magia. Sin forzar nada, solo acompañándola, dejando que el momento nos guiara. Poco a poco, fue soltándose, y entre una mirada tímida y otra más confiada, empezamos a descubrir juntas su forma de brillar.

Después continuamos la sesión con más confianza, más risas suaves y esa naturalidad que siempre busco: la que aparece cuando todo fluye y ya no hace falta pedir nada más.

Porque las sesiones de comunión no se tratan solo de un vestido bonito o de una fecha especial. Se trata de capturar cómo son en ese momento de su vida. Y María, con su dulzura silenciosa, me regaló justo eso: su forma de ser, sin artificios, sin ruido. Y eso vale oro.